CANCIÓN NOCTURNA DEL CAMINANTE Y SU PÁLIDO COMPAÑERO

 

Tragedia en una obertura, cuatro cuadros y un epílogo
de Guillermo Vega Fischer y Sol López

 

Obra de teatro musical que describe los últimos terribles años de la vida del compositor vienés del siglo XIX, Franz Peter Schubert (1797 – 1828), basada en su ciclo de canciones El canto del cisne.
Con intervención visual mediante video, y sonora de piano, canto y electrónica.
Espectáculo cantado en alemán, subtitulado.

 

Personajes:
Franz Schubert …………………….. Guillermo Vega Fischer
Alptraum ……………………………… César Tello

Diseño de vestuario: Endi Ruiz / Diseño de iluminación y escenografía: Ignacio Riveros / Diseño de movimiento: María Aguirregomezcorta / Composición musical: Guillermo Vega Fischer / Realización de video: Sol López y Emiliano Pérez / Asistencia de vestuario: Luisa Vega / Asistencia de dirección: Nicolás Duna / Dirección general: Guillermo Vega Fischer y Sol López

La obra cuenta con el auspicio de la Embajada Alemana en Buenos Aires, y los apoyos del Instituto Nacional del Teatro, Fondo Nacional de las Artes y Proteatro.

Heine y Nietzsche. El eterno retorno de Schubert.

Schubert escribe el 12 de noviembre de 1828 su última carta a su amigo Schober. “Estoy enfermo. Ya hace once días que no como ni bebo nada; camino sin fuerzas, tambaleante, de la silla a la cama, y de la cama a la silla. Sé tan amable y ayúdame en esta situación tan desesperada con algo de lectura. O alguna otra cosa. Tu amigo, Schubert”. Una semana después el músico fallece. Tenía 31 años. Antes de morir sufrió, producto de la sífilis y los tratamientos a base de mercurio, alucinaciones, arranques de violencia, melancolía, depresión, laringitis sifilítica que le impedía cantar y parálisis en el brazo derecho que le imposibilitaba tocar el piano. Murió despreciado por su padre, ignorado como compositor, estigmatizado por su enfermedad y cuestionado por su elección sexual.

Schubert, en estas terribles circunstancias, conoció las poesías de Heinrich Heine. En la oscuridad romántica del poeta, aquel encontró las palabras adecuadas para expresar la angustia de su vida. En su mayoría letras patéticas, trágicas, sumergidas en amores no correspondidos, imposibles, ligados a la lejanía, a las partidas. Entretanto, en el poema “El doble” se revela la inquietante aparición de su propia imagen. Ya no es a nadie más que a sí mismo a quien canta, en una especie de despedida a su propia vida. Ya no es más que sí mismo, cantándose:

Allí hay un hombre que mira absorto a lo alto
Y de acerbo dolor se retuerce las manos…
Me horrorizo cuando veo mi rostro
La luna me muestra mi propia imagen.

“¿Qué ocurriría si, un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijese: Esta vida, como tú ahora la vives y la has vivido, deberás vivirla aún otra vez e innumerables veces, y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión, y así también este instante y yo mismo? ¿No te arrojarías al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te ha hablado de esta forma?” (1). Nietzsche también abordó la lectura de Heine, y en ella encontró la inspiración para su concepto del eterno retorno, el que asevera que para el deseo de la reiteración de todos los actos de la vida, se necesita del “amor fati”, amor al destino, esa actitud de ver todo cuanto sucede en la vida, incluido el sufrimiento y la pérdida, como positivo. Se trata de obrar de modo que un horizonte de infinitos retornos no intimide; de elegir de forma que si tuviéramos que volver a vivir toda la vida de nuevo, pudiéramos hacerlo sin temor.

Nuestra obra es el relato de los últimos días de Schubert antes de su muerte y el delirante diálogo que sostiene con un demonio que viene a visitarlo: el Alptraum, palabra germana que significa pesadilla, y que designa al elfo que oprime el pecho durante el sueño. Es con este demonio nietzschiano que Schubert emprende esta última schubertiada, será quien lo lleve al extremo de la locura, y le muestre una imagen desdoblada de sí mismo, en la que encontrará el camino hacia el eterno retorno. Concluye el demonio de Nietzsche: “¿O quizás has vivido una vez un instante infinito, en que tu respuesta habría sido la siguiente: ‘Tú eres un dios y jamás oí nada más divino?’ Si ese pensamiento se apoderase de ti, te haría experimentar, tal como eres ahora, una transformación y tal vez te trituraría; ¡la pregunta sobre cualquier cosa: ‘¿Quieres esto otra vez e innumerables veces más?’ pesaría sobre tu obrar como el peso más grande! O también, ¿cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida para no desear ya otra cosa que esta última, eterna sanción, este sello?” (1).

(1) Extracto de “La gaya ciencia”, artículo 433, de Friedrich Nietzsche.

Canciones de Franz Schubert incluidas en la obra:

 

 

El presentimiento del guerrero, poesía de Ludwig Rellstab

En la lejanía, poesía de Ludwig Rellstab

La morada, poesía de Ludwig Rellstab

Canción nocturna del caminante, poesía de Johann Wolfgang von Goethe

Melancolía, poesía de Matthäus von Collin

Mensaje de amor, poesía de Ludwig Rellstab

Anhelo primaveral, poesía de Ludwig Rellstab

Noche y sueño, poesía de Matthäus von Collin

La ciudad, poesía de Heinrich Heine

La muchacha pescadora, poesía de Heinrich Heine

Serenata, poesía de Ludwig Rellstab

Junto al mar, poesía de Heinrich Heine

El desdichado, poesía de Karoline Pichler

Su retrato, poesía de Heinrich Heine

El Atlas, poesía de Heinrich Heine

El doble, poesía de Heinrich Heine

Disolución, poesía de Johann Baptist Mayrhofer