de Alejandra Pizarnik

instalación lírico teatral

 

ópera de Guillermo Vega Fischer

instalación de Pablo Archetti

 

Carolina Béjar (soprano), Anahí Fernández Caballero (mezzo soprano), Yasmín Fainstein (pianista)

voz en off: Sol López / diseño físico: Yanina Rodolico / vestuario: Endi Ruiz / operación de electrónica: Manuel Pérez Vizán
instalación e iluminación: Pablo Archetti / música, dramaturgia y dirección: Guillermo Vega Fischer

Se estrenó el 29 de octubre de 2017 en el teatro Machado, Buenos Aires.

La obra cuenta con el apoyo de Proteatro.

Alejandra habita su cuarto de pequeña y teme. Dos presencias la visitan: La niña -una muchacha sensual- y La endechadora -quien gime lamentaciones-. Las tres, que son una misma Alejandra, se sumergen en el lenguaje en desesperada búsqueda de respuestas. Pero le asedian sus voces. Una le susurra los amores que no fueron, y la otra, lo que será: la deseada muerte. En la soledad del cuarto, entre libros, muñecas y huesos Alejandra duerme, fuma, toma pastillas y escribe. Escribe contra el miedo, contra el viento con garras que se aloja en su respiración. Aunque escribir ya no es suficiente, ellas conspiran contra sí. ¿A dónde la conduce esa escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

“Y yo sola con mis voces, y tú, tanto estás del otro lado que te confundo conmigo”

El infierno musical, Alejandra Pizarnik

Y yo sola con mis voces

La poesía de Alejandra Pizarnik es siempre una voz que habla de sí misma y que progresivamente va indagando dentro de sí, pretendiendo poner en el tablero de juego todas sus facultades emocionales para hallar en su interior una certeza. El mundo empírico desaparece. Pizarnik escribe poesía de sí misma para sí misma y, en cierto modo, su labor es semejante a la de una hermeneuta ya que a través de su indagación va a intentar comprender, interpretar y traducir con palabras todo un universo de temores, deseos, obsesiones y experiencias que permanece oculto para ser llevado a la superficie. Se está buscando a sí misma en su poesía para restituir su identidad, y esta búsqueda solamente puede hacerla desde el lenguaje.

El infierno musical es la última obra publicada por Alejandra Pizarnik, en 1971. Exactamente un año después se suicida. Y si entendemos su corpus literario como el recorrido de su vida, El infierno musical es el final de ese camino, es donde Pizarnik detiene su búsqueda. Si en cada obra anterior tomó diversas formas su búsqueda -y sus hallazgos- en El infierno musical arriba a la imposibilidad de dar respuestas a los interrogantes. Concluye este poemario:

¿Y qué espera puede convertirse en esperanza si están todos muertos? ¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir? ¿Cuándo ocurrirá todo esto? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Por qué? ¿Para quién?

Alejandra no logra la anhelada restitución de la identidad. En su vida y en su obra su yo se fragmenta, se disuelve. Como cuestiona Cristina Piña en su Biografía: “¿Tendremos que llegar a la conclusión de que, en el caso de Alejandra, lucidez poética y perfección expresiva sólo se logran a costa de un asesinato del yo en ‘las ceremonias del vivir’?” (Piña, 1999: 116).